Cuando ea mas chica volvía por otros caminos, mas centricos, más seguros, más conocidos. A medida que fui creciendo aprendí que me resultaba mas segura la adrenalina de caminar por una calle interna. Que la tranquilidad que me da la sombra de los arboles y no cruzarme con los colegios llenos de gente que sale, no la cambiaba por nada.
Por esa calle fui con mucha gente, tranquila, apurada. Y a medida que iba pasando por los lugares conocidos, me recordaba que no iba a pasar por ahí, no de la misma forma, no con el mismo uniforme, no de nuevo.
Los lugares permanecerían iguales, el colegio de ingenieros, los tantos quioscos en los que nunca compré nada, salvo cuando iba con alguien más, el portón marrón en el que tantas veces vi gente durmiendo, con la incripción "Soy

